Los alumnos de 1º Bachillerato A y B han elaborado en la asignatura de Filosofía unos relatos, temática día de San Valentín. Cada alumno ha escrito un trozo y se fue por todos los alumnos de ambos cursos, hasta su finalización.
🥰ENAMORADAS DE LA FILOSOFÍA - 1º Bachillerato A
Rondaban las 10 de la noche de aquel sábado lluvioso y frío, Marta salía del cine, no había ido sola, pero esperaba a que su hermana saliese del servicio. Entonces vio a Carlos, el encargado de cerrar las puertas. Enseguida lo reconoció, al igual que él a ella, pues fueron juntos al instituto, pero llevaban alrededor de 6 años sin saber nada el uno del otro. A ambos se les paró el corazón nada más verse y no supieron cómo reaccionar, pues sólo les bastó un segundo para recordar todo lo que vivieron juntos y que de forma tan trágica se terminó.
Marta se quedó mirándolo sin respiración, Carlos había cambiado mucho en estos 6 años, pero seguía teniendo esa sonrisa que hacía que su corazón parase de latir. Entonces notó una mano sobre su hombro, era Clara, su hermana, que la había sacado de sus pensamientos tirando de su brazo para salir corriendo hacia casa, pues estaba empezando a llover.
Nada más llegar a casa Marta decidió irse a dormir ya que estaba muy cansada, se dio un baño, cenó y se acostó agotada, sin darse cuenta de que al poco tiempo sonó una notificación en su móvil de un número desconocido.
A la mañana siguiente cogió el móvil como hacía siempre, y como no sabía de quién era el mensaje no le contestó creyendo que se habían equivocado. Varias horas más tarde recibió un par de notificaciones más, era Carlos diciéndole que había cambiado de número de teléfono. También tenía otro mensaje diciéndole que como llevaban varios años sin saber nada el uno del otro y el día anterior había sido un poco vergonzoso para ambos, le propuso quedar.
Marta, desconcertada, decidió hablar con su hermana sobre todo lo sucedido desde la noche en el cine. Le contó el momento en el que se vieron y se quedó sin palabras, y los mensajes de Carlos preguntándole si quería quedar. A Clara le apareció una amplia sonrisa en su rostro viendo como su hermana le contaba todo confiando en ella, y simplemente le dijo que hiciera lo que su corazón le dictara.
Marta se fue de la habitación de su hermana pensando en que no había servido de nada la charla, “que haga lo que su corazón le dicte”, a ella esas palabras le parecieron absurdas, pero aun así decidió aceptar la invitación de él.
El nuevo día comenzó y Marta esperaba ansiosa que llegase la hora a la que había quedado para su cita. Se dio una ducha, se vistió y una vez lista salió de casa para reunirse con el chico en la esquina del parque en el que solían quedar aquellos años de instituto. Una vez allí se dispuso a buscar a Carlos, pero al no verlo por ningún lado supuso que había sido la primera en llegar.
Esperó y esperó, pero Carlos no aparecía, así que decidió volver a casa. La chica, disgustada y algo enfadada, decide mandarle un mensaje de voz que decía: –“Hola Carlos, no sé cuál es el motivo por el que me has dejado plantada, pero creo que por lo menos me podrías haber avisado para no haberte esperado más de media hora como una tonta”.
Marta envió el audio y continuó escribiendo, “Te recuerdo que fuiste tú”, pero no pudo llegar a terminar el mensaje pues empezó a escuchar cómo la gente gritaba. Levantó la vista del teléfono y vio como un coche se dirigía hacia ella a gran velocidad, no le dio tiempo a apartarse cuando de repente se encontraba tirada en medio del asfalto. Antes de quedar inconsciente escuchó como alguien gritaba su nombre, la voz era de Carlos.
Dos días más tarde Marta se despertó confusa en un lugar que no conocía. Era el hospital al que la habían llevado tras su accidente. Lo primero que vio fue el rostro de un chico que dormía junto a ella en un incómodo sillón, él era Carlos. Él no pudo evitar contarle el motivo de dejarla plantada, ya que se sentía culpable por su accidente. Le contó que hubo un problema con el cinematógrafo y de ahí su retraso en la cita. Tras varios minutos con un silencio muy incómodo Carlos recordó varios momentos que vivió con Marta. Ella al verlo tan pensativo le preguntó qué le pasaba y él le contó que estaba recordando los buenos momentos que tuvieron. Tras una hora de añorados recuerdos llegó su hermana y Carlos le dijo que era tarde y volvía a casa.
Al día siguiente, él se presentó en el hospital con un ramo de rosas. Marta se quedó con la boca abierta al ver a Carlos parado delante de ella con el ramo de rosas, lo primero que pensó fue que no era el chico que ella recordaba, había cambiado mucho... Cuando estudiaban juntos era el típico chulo del que todas se enamoraban, pero a Marta nunca le había atraído esa faceta suya. Carlos, al ver que ella no reaccionaba decidió llamar su atención chasqueando los dedos. Pero justo se le bajo un poco la manga de la camisa y Marta se quedó atónita, ¡Carlos se había hecho un tatuaje en el brazo izquierdo! Ella no paraba de gritar que cómo se le ocurría hacer algo así, que ahora parecería alguien demente y que empezaría a dar mala impresión, entonces Carlos le pidió que se callara y le explicó la razón de su tatuaje.
-“Se me hace difícil explicarlo, pero la razón de mi tatuaje eres tú, Marta. La verdad es que me siento muy culpable de lo que te ha pasado, así que para entender un poco de tu dolor he hecho algo que nunca jamás habría pensado en hacerme, un tatuaje de un tigre”.
Marta no sabía ni que decir, sintió que si no se controlaba sus lágrimas saldrían disparadas. En ese momento hubo un gran silencio incómodo y Marta le pidió a Carlos que se fuera de la habitación. Él no entendía muy bien por qué le pidió que se fuera después de lo que hizo por ella. Tras unos días sin ir a visitarla, decidió ir a verla, pero no estaba. Desesperado e impaciente, fue a preguntarle a los médicos por Marta, ellos le dijeron que la chica ya había sido dada de alta, entonces él fue a buscarla a su casa, toco el timbre y le abrió un señor mayor al cual no conocía, Carlos le preguntó que si estaba Marta y el señor le respondió que no conocía a nadie llamado así, el chico le pidió disculpas por la interrupción y se marchó. Se dispuso a llamarla por teléfono ya que no conocía la dirección de su nuevo hogar, la chica contestó a su llamada después de muchos intentos fallidos y empezaron a hablar.
Pasados unos días, ambos seguían hablando por teléfono, aunque todavía no se decidían a quedar en persona. Aunque los dos querían volver a verse, no podían quedar debido a que sus trabajos y su tiempo libre no coincidían. Tras un mes y medio, Carlos y Marta volvieron a quedar en aquella esquina del parque, aunque esta vez era Carlos el que estaba esperando, estaba muy nervioso ya que estaba muy enamorado de esa chica.
Ella no tardó en llegar. El corazón de Carlos nada más verla aparecer por aquel lugar tan especial para ambos se puso a latir muy rápidamente, cuando Marta se acercó a su lado se dieron dos besos y un gran abrazo. Comenzaron a caminar por el parque y a charlar sobre sus vidas y sus planes de futuro, se sentaron en el banco donde en su pasado se dieron su primer beso. De repente él sacó algo de su bolsillo: ¡era una pulsera! que conservaba desde aquel día que Marta se la dio. En este momento Carlos trataba de confesarle a Marta que estaba enamorado de ella desde que eran pequeños, pero de repente una joven se presentó de una forma furiosa delante de ambos, de forma exhaustiva la desconocida comenzó a preguntarle a Carlos mediante gritos que quién era la persona con la que estaba, él a la vez que intentaba tranquilizarla le contó a Marta que se trataba de su novia Valeria, Marta al oír esto se levantó indignada y enfadada, y salió corriendo de aquel lugar entre lágrimas.
Carlos intentó ir tras ella, pero una mano lo sostuvo y le impidió parar a Marta, era Valeria. Él, atónito por el espectáculo que acababan de montar le pidió explicaciones a Valeria, no entendió por qué había hecho eso si llevaba años atajando a las reglas de Valeria. Cuando Marta y él se separaron de jóvenes, no había sido por gusto, se vio obligado porque Valeria lo amenazó con sacarlo todo a la luz si seguía manteniendo cualquier tipo de relación con Marta. Pero Carlos ya no era un niño asustadizo, llevaba años enamorado de Marta y deseaba poder decirlo tranquilo, sin ataduras ni tapujos, de una vez por todas iba a contarle a Marta por qué se alejó y el secreto que intentó ocultar durante tanto tiempo. Valeria no podía creerlo, después de tantos años todo acabaría y perdería a Carlos para siempre si Marta decidía perdonarlo.
Carlos al llegar a casa decidió mandarle un mensaje a Marta en el que decía:
- “Marta, lo siento por lo ocurrido hoy, si te apetece podemos quedar mañana que tengo el día libre en el parque para hablar y contarte todo lo que ocurrió con Valeria”.
Le envió el mensaje a Marta que al cabo de un cuarto de hora le respondió con un mensaje en el que le decía:
- “Carlos lo siento, pero no quiero volver a repetir lo que sucedió en el pasado y si me hubieras querido de verdad no te hubieras dejado manipular por Valeria, así que veo mejor que nos distanciemos y sigamos cada uno por nuestro lado”.
Le envió el mensaje y acto seguido lo bloqueó ya que no quería reabrir una herida que ya se había cerrado. Al día siguiente quedó con su mejor amiga Sofía y le contó todo lo ocurrido con Carlos y le dijo que había decidido cortar todo tipo de contacto con él, con esta confesión Sofía se sintió muy aliviada porque a ella le llevaba gustando Marta desde mucho tiempo atrás y sintió que sería un buen momento para confesarle su amor. Con nerviosismo Sofía decidió contárselo:
- “Marta sé que eres una de mis mejores amigas desde que éramos pequeñas, pero desde hace tiempo atrás me gustaría confesarte que siento cosas por ti”. Cuando Sofía le confesó a Marta sus sentimientos se quedó al borde del llanto porque sabía que si la rechazaba posiblemente la amistad también saldría perjudicada. Marta se quedó unos segundos en silencio sin saber que decir ya que no se lo esperaba.
- “Sofía...”- Contestó Marta cabizbaja con lágrimas en los ojos.
- “Sé que es impactante y comprendo perfectamente que no sea correspondido, pero necesitaba decírtelo.”- dijo Sofía temblando al pensar que habría arruinado su amistad.
- “Sofía, ahora mismo con todo lo de Carlos necesito despejar mi mente. No te tomes esto como un no, porque no lo es. Pero necesito pensarlo, por favor”. - “No te preocupes, tómate todo el tiempo que necesites. Yo estaré siempre para ti, recuérdalo.”.
Se despidieron con un abrazo un tanto incómodo, y Marta volvió a casa con la cabeza llena de ideas un día más. Pasaron los días y Marta no dejaba de darle vueltas al asunto. Volvieron a su cabeza los sentimientos hacia Sofía que afloraron en ella cuando tan solo tenía 15 años, esos sentimientos que confundió con simple admiración. Ese cosquilleo que sentía cada vez que la veía. Había estado reprimiendo durante tanto tiempo ese amor por miedo al rechazo, que por fin decidió que era el momento de dar el paso, de ser feliz, aunque los demás no la aceptaran. Cogió el móvil decidida y le envió un mensaje a Sofía.
-
- “Hola Sofía, ya lo he pensado y quiero hablar contigo en persona”.
Al instante, Sofía cogió el móvil y vio el mensaje que le había dejado Marta, al ver que ella quería hablar, le salió una gran sonrisa de oreja a oreja. Entonces, Sofía le contesto: -
- “Hola Marta, si quieres puedes venir esta tarde a mi casa a la hora del café y hablamos sobre este asunto.”
Marta fue a hablar con Sofía, le contó que aun necesitaba un poco más de tiempo, de repente, Sofía tan amable aquella tarde puso una película romántica, “Enamoradas de la filosofía”, y así intentó conquistar a Marta. Al atardecer, la película estaba acabándose, con un final tan romántico que Sofía intento besar a
Marta, y así acabaron, besándose hasta el anochecer. Aunque, al despertar la mañana siguiente, la cosa era muy distinta. Fue abrir sus ojos y pensar en los de Carlos. No se explicaba qué fue lo que pasó anoche, si era amor de verdad o un simple calentón, pero tenía claro que no paraba de pensar en el chico que tanto daño le hizo.
Lo de Sofía estuvo bien, pensó, pero realmente se dio cuenta que no era amor, que lo que sentía por Carlos no era lo que estaba sintiendo por su amiga. Estaba harta de perder el tiempo, así que, aun doliéndole muchísimo, enseguida fue a hablar con Sofía y se lo explicó todo. A la chica le afectó, pero en el fondo era lo que esperaba. Lo último que Sofía le dijo antes de despedirse fue:
-"Marta, lo siento. Yo fui la que amenacé a Valeria para que forzara a Carlos a estar con ella y dejarte a ti. La amenacé con contarle a todos, la aventura que mantuvimos borrachas tú y yo. A ella ni siquiera le gustaba Carlos al principio. Solo lo hice porque estaba enamorada de ti, de la sonrisa que ponías cuando lo mirabas a los ojos, pero me he dado cuenta de que esa sonrisa que le dedicabas jamás podrás dedicármela a mí, porque él es el amor de tu vida, no yo. Ve por él, te quiero amiga".
🥰ENAMORADAS DE LA FILOSOFÍA - 1º Bachillerato B
Lo recuerdo con todas mis ganas. Lo recuerdo todos los días de mi existencia. ¿Cómo algo tan pequeño se puede convertir en un pedacito de tu vida? Y es esa pequeña cuestión que no sabemos responder, pero a la que a su vez queremos encontrar una respuesta. He aquí la solución: el Amor.
Tomaba un respiro mientras esperaba sentado a que ese bendito tren llegase a su próxima parada. Era mi último día de trabajo, antes de irme a servir a mi país, a luchar en defensa de este y conseguir la paz de una vez por todas.
No sabía qué pensar. Si sería la última vez que la vería o me esperaría a pesar de todo el tiempo que estaríamos distanciados; no sólo de ella, ahora también de nuestro futuro bebé. Me supone un duro esfuerzo el tener que separarme de la familia que estoy formando, pero por la situación que estamos viviendo es necesario defender un derecho tan importante como la paz.
Creo que la distancia es dura, muy dura, pero cuando dos personas se quieren de verdad y quieren estar juntas, la distancia no es un problema. No poder ver nacer a mi hija ni acompañar a mi mujer en ese momento tan especial, me hacía sentir una gran tristeza. Antes de marcharme prometí que cuando volviese haríamos ese viaje que tanto deseábamos los tres juntos. Mientras tanto defenderé con honor a mi patria e intentaré aprovechar el tiempo lo mejor posible y hacer buenas amistades.
Cuando llegó ese bendito tren sentí mucha tristeza, se paró el tren y me despedí del amor de mi vida con lágrimas, pensando que podría ser el último día en el que la viera. Al saber que no podía ver a mi hija durante mucho tiempo o jamás esto supuso un dolor inmenso en mi corazón. Dentro del tren había personas cabizbajas por separarse de sus familias, yo intentaba consolar a algunas personas a pesar de mi dolor. Cuando se paró el tren empezamos a salir todo el mundo, había un hombre con uniforme diciéndonos que nos subiéramos al autobús, este nos llevó a unos barracones donde tendríamos que dormir y descansar.
Al principio, los días eran largos y tristes ya que añoraba mucho a mi familia, pero a medida que pasaba el tiempo, conocí a gente que compartían las mismas preocupaciones que a mí me invadían y esa fue la medicina que me hizo más llevadero el tiempo que permanecí alejado de mi pequeño tesoro. Sé que iba a ser muy duro, pero lo superaría, todos esos días sin dormir metido en una trinchera pensando día y noche en mi pequeño tesoro, también en mi preciada mujer, sin dormir, pasando mucho frío y pensando que en cualquier momento no podría verlos más, eso era lo más duro para mí , que en una milésima de segundo se fuera mi vida al garete a pesar de la gran familia que estaba formando y lo bonito que era la vida, estaba haciendo un gran sacrificio solo para defender mi patria y a mi país, para llegar al camino de la paz
Hoy hace dos meses desde que subí a ese tren, al principio fue bastante difícil pero poco a poco me he dado cuenta de que no era tan malo como había imaginado y con el tiempo he hecho algunos amigos, pero quien destaca por encima del resto es Carlos, en un primer momento no lo soportaba, desprendía aires de superioridad y, sinceramente, parecía gilipollas. Pero el pasar de los días ha hecho que entienda que somos más parecidos de lo que me gustaría admitir. Hemos empezado a pasar más tiempo a solas por el simple motivo de que nos han puesto juntos en la misma habitación, es extraño, delante de los demás es engreído e inaguantable, pero cuando estamos a solas es, podría describirse quizás como ¿dulce? ¿amable? ¿comprensivo? ¿con una mirada con la que parece leerme hasta lo más profundo? Mientras más tiempo paso con él menos pienso en mi mujer, me hace sentirme raro porque, ¿por qué no la echo de menos? supongo que es porque hace que mi cabeza esté ocupada, pero últimamente está bastante raro, más de lo usual, espero que no se sienta culpable por lo que pasó en el cuarto la otra noche. Le dejé claro que no estuvo mal, pero él seguía insistiendo en que está arrepentido, ¿de qué sirve arrepentirse ahora? si fue él quien dio el primer paso ¿por qué me confunde de esta forma? ¿y por qué me molesta tanto? Supongo que tendremos que hablar de esto, antes o después tendrá que dejar de evitarme.
Son las 2:36 de la noche y no puedo pegar ojo pensando en todo el daño que le he podido causar a mi mujer, ella aún no sabe nada. Estoy pensando en la hija que se está formando en ella, pero no hay vuelta atrás a lo que pasó la otra noche con Carlos. He llegado a tomar una decisión con él, dejar un poco más de distancia entre nosotros unos días para poder dar el paso y contárselo a mi mujer.
Pasados tres días llamé a mi mujer, le conté todo lo que ha pasado con este chico y demás. Al llamarla ella me respondió con enfado, furiosa y cabreada; me dijo que la había dejado sola con nuestra hija. Esa no era mi intención. Al acabar la conversación con ella pensé que la volvería a llamar dentro de un tiempo. Volví con Carlos y me dijo que quería que yo compartiera la experiencia de tener un bebé con él, entonces decidimos hablar con los servicios sociales para poder adoptar. Con el paso de los meses adoptamos a una niña africana, en esos mismos instantes mi exmujer estaba a punto de dar a luz, y yo tendría entonces dos niños a mi cargo.
Semanas después, volví a llamar a mi exmujer, para saber algo más de nuestra hija y contarle que la guerra había terminado. Ella no quiso responder a mi llamada porque estaba muy enfadada por lo que le confesé, así que, decidí ponerme en contacto con sus padres para saber algo más. Varios días después, ellos me dijeron que ella estaba bien, que el bebé ya había nacido, era una niña y se parecía mucho a mí. Colgué con lágrimas en los ojos de la emoción y la rabia que tenía de no haber podido estar allí y en especial de lo que pasó con Carlos, pero no podía engañarme a mí mismo y tenía que seguir a mis sentimientos, ellos me decían que siguiera con la idea de adoptar a la niña africana con Carlos, ya que nosotros dos estamos muy bien.
Pasado un tiempo la adoptamos, después de un largo camino averiguando todos los trámites, pero al final lo conseguimos. Seguidamente Carlos y yo, fuimos a ver a la niña, era muy pequeña, de 2 añitos y morena. Nadia, así se llamaría nuestra niña. Nos la llevamos con nosotros y fueron unos primeros días muy felices, estábamos siempre juntos y disfrutando mucho de ella. Pero, aun así, no estaba tranquilo, tenía que llamar de nuevo a mi exmujer para saber más sobre mi otra hija. Después de varias veces intentando obtener respuesta por parte de mi exmujer, no lo conseguía. La llamé una y mil veces, pero no conseguí saber nada ni de ella, ni del bebé. Así que decidí viajar a mi país de origen para encontrarme con ella y conocer a ese bebé que teníamos en común. Mientras tanto, Carlos se haría cargo de Nadia, la hija a la que adoptamos.
Aunque en un principio él no veía bien la idea de viajar a mi país para ver a mi exmujer, yo le expliqué el motivo, y que lo deseaba fuertemente; por lo tanto, hice las maletas y me puse en camino para emprender mi viaje. Una vez llegué a mi país de origen, llegué a casa y me llevé una pequeña sorpresa, mi exmujer y nuestra hija no estaban allí, así que le pregunté a los vecinos dónde estaban y me dijeron que se habían marchado de casa y se habían ido a otra. Así que le pregunté a la gente del pueblo dónde se encontraba esa casa y me respondieron que se habían marchado a otro país y se habían cambiado de identidad. Se me vino el mundo encima al enterarme de semejante noticia, no quería volver sin saber nada de mi exmujer y de mi hija, no paré de preguntarle a todo el mundo. Acudí a casa de la familia de mi exmujer donde no fui bien recibido y tampoco conseguí que me dijeran nada. Pasaban los días, no podía dormir, no quería marcharme, no sabía qué hacer ni dónde buscar. Carlos no paraba de llamar, no era capaz ni de contestarle. Y no paraba de repetirme la misma pregunta: “¿Qué debía hacer, volver con Carlos y mi hija o buscar a mi exmujer y conocer a mi otra hija?“.
Era la pregunta que se repetía una y mil veces en mi cabeza, mientras más pasaba el tiempo, más pensaba si de verdad la vida que tenía me hacía feliz o era realmente la vida que tengo ahora la que realmente quiero. Me hice fuerte ante la duda y la tristeza. Levante el teléfono, cuando una vez más la llamada de Carlos invadió el vacío de esa casa, él muy enfadado me grito y me dejó ver que estaba actuando como un crío. Yo ante todos los reproches, solo podía pensar en las dos familias que tenía y que estaba causando un daño irreparable, colgué el teléfono y dejé a Carlos con la palabra en la boca, y comencé a pensar en la decisión que iba a tomar. Pasada la noche hice un acto no muy valiente por mi parte, me fui, dejé a dos familias y embarqué en un viaje sin rumbo hacia un vacío que la duda me había creado.
Después de un día interminable de camino, llegué a mi destino, me bajé del aeropuerto y empecé mi trayecto hacía un pequeño apartamento que había visto anteriormente. Comencé a caminar por una estrecha calle que me llevó hacía el centro de la ciudad, allí de espaldas vi a una mujer con un niño pequeño. Algo en mí dio un vuelco, pensé que era la figura de mi mujer, no dudé en acercarme y efectivamente era ella. Ninguno esperábamos ese momento, tal vez fue el destino. Ella en ese instante no quería saber nada de mí, ni siquiera hablar conmigo, pero le dije que era importante ya que teníamos una hija en común. Aunque por mi cabeza también pasaba Carlos. Qué pensaría al respecto, pero yo tenía que aclarar mis sentimientos.
Al final, ella quiso hablar conmigo, nos sentamos en un banco y empezamos a hablar, al principio hablamos súper bien pero mientras más tiempo estábamos hablando, peor iba la cosa, ella empezó a echarme cosas en cara, yo me puse nervioso, hasta que pensé en todo el daño que le había hecho, y le pedí perdón varías veces, no quería perder ni a ella ni a mi hija, Conseguí que ella me perdonara,, y me dejó coger a mi hija en brazos, y poder estar con ella, que es lo que yo quería desde hacía tiempo, era verdad lo que me decían, se parecía mucho a mí y eso me gustó mucho.
Miré a mi hija fijamente a los ojos, no podía expresar el sentimiento que crecía dentro de mi corazón. Ni nada ni nadie me había hecho sentir tan feliz en tan solo unos segundos. Ver la cara de admiración hacia su padre, al fin tenerla entre mis brazos, escuchar su adorable risa de felicidad... Empecé a llorar, a llorar de emoción por este momento que tanto ansiaba. De repente a mi mente llegó Carlos y nuestra otra hija, sentimientos de culpabilidad y egoísmo nublaron mi cabeza. Debo seguir con él, no podía engañarme a mí mismo. Miré a mi mujer, le di las gracias, gracias por entenderme y por dejarme tener a una bella criatura junto a ella. Tras pasar un día junto a mi hija, decidí volver al lugar donde había dejado a Carlos y a nuestra otra hija, con esperanzas de que pudiera perdonar a un hombre tan egoísta como yo.
De camino al aeropuerto me surgían muchas dudas sobre cómo iba a responder Carlos a mi llegada. Rondaban muchas hipótesis en mi cabeza, pero en un instante se me vino un pensamiento que no podía dejar pasar. La idea era regresar antes de coger el vuelo a por mi hija. Sí, sé que el plan sonaba un poco loco, ¿pero qué mejor oportunidad iba a tener para que mis dos hijas se conociesen? Todo parecía muy caótico y daba un poco de miedo atreverse a semejante locura, pero la ilusión y las ganas que yo tenía de que ocurriese ese momento superaron mil veces ese pavor que me reconcomía. Después de decidirme que verdaderamente quería dar el paso, cogí un taxi para que me llevase a por mi hija. Llegué a la ciudad y volví al sitio donde me despedí de ellas, y tal y como me imaginaba seguían allí. Mi niña estaba jugueteando con unas palomas y dándoles pan de comer, mientras que su madre estaba leyendo un libro y tomándose un café en la terraza de una cafetería.
Tic tac, tic tac. El tiempo pasaba. No sabía cómo acercarme a mi exmujer para contarle lo que quería hacer ya que me esperaba su respuesta. Así que, con todo el dolor de mi alma, actúe muy egoístamente y cogí a mi hija en brazos y salí corriendo. Corría y corría como si no hubiera un mañana, parecía el protagonista de Forrest Gump. Tras llegar a un punto donde era inalcanzable que llegase su madre, llamé de nuevo a un taxi para que viniese a recogernos y nos llevara de camino al aeropuerto. Cuando llegamos, saqué los billetes y cogimos el vuelo que posiblemente cambiaría nuestras vidas.
Al bajar del avión estaba un poco desorientado y no sabía hacia dónde dirigirme. Mi niña solo gritaba tengo hambre, tengo hambre. Y me estaba poniendo un poco de los nervios la verdad. Pero me acerqué a una tiendecita y le compré un paquete de gusanitos verdes como los que le gustaban tanto a mi niña Nadia. Al acercarme al mostrador para pagar, vi un mapa de la ciudad como los típicos que dan cuando vas de visita a un museo, y por supuesto que lo compré. Al salir de la tienda nos sentamos en un banco a que mi hija se comiese los gusanitos y para que yo me ubicase un poco en dónde nos encontrábamos. Di con la dirección de mi casa y de Carlos, y afortunadamente estábamos cerca. Cogí en brazos a mi niña Leila mientras se me caía la baba al verla comer su paquetito tan gustosamente y seguí el mapa al pie de la letra. Al llegar a casa me encontré la puerta abierta y no tuve que llamar. Cuando entramos lo hicimos sigilosamente. Me acerqué al patio y vi que Carlos estaba haciendo de comer en la barbacoa unas ricas hamburguesas, pero no veía a mi niña. No sabía dónde estaba. En ese instante pensé dar la vuelta y subir las escaleras a ver si estaba en su habitación. Al girarme me encontré a mi Nadia tirándome del pantalón para que la cogiese. Me quedé en shock, no me la esperaba tan mayor y tan guapa, había pegado un estirón desde que la vi por última vez. En milésimas de segundos de que mi cara fuese un cuadro, al quedarme sorprendido, arranqué a llorar de la emoción y me agaché para coger a mi hija. Tenía a mis dos niñas en mis brazos, llorando como si no hubiera un mañana, soltaba un río por mis ojos, pero esas lágrimas eran de la emoción e ilusión al darme cuenta que el momento con el que soñaba se estaba cumpliendo, que mis niñas de mi alma se conociesen. Al escuchar el jaleo, Carlos vino corriendo hacia el salón. Cuando me vio con nuestra hija Nadia y mi hija Leila en brazos no se lo creía, y a pesar del enfado que acarreaba se unió al abrazo y fue un momento precioso.
Al cabo de los días empezamos a hacer vida normal, éramos una familia de 4 completamente felices. Cada día lo disfrutábamos como si fuese el último. Ahora por fin sí que era completamente feliz. A las dos semanas nos encontrábamos desayunando en la cocina, comíamos tostadas y zumo de naranja, cuando de repente llamaron al timbre, empezaron a pegar unos golpes bruscamente en el cristal de la puerta, la iban a echar abajo. Nos asustamos un poco y salí a ver quién era. Cuando abrí la puerta, me encontré a dos hombres vestidos de Guardia Civil y me sorprendí un poco. No sabía a qué se debía su presencia en mi casa, por eso mi contestación fue: Perdona, se han equivocado de vivienda. A lo que ellos me respondieron: ¿es usted Mateo García Romero? Dije que sí con voz muy tímida. Y su respuesta automáticamente fue: Han presentado una denuncia hacia usted por robar a un bebé, queda usted detenido. Mi cara fue un poema, inmediatamente me esposaron y me llevaron hacia su coche. No me dieron más detalles durante el camino. Me llevaron hasta comisaría, una vez allí me dijeron que me podía enfrentar a una condena de 27 años de cárcel por semejante delito. No me dejaron decir más nada, y después de un juicio rápido, me encarcelaron.
El primer día lo pasé fatal, no dormí nada, no entendía cómo podía haber llegado hasta esa situación. Las rutinas allí eran muy pesadas, todos los días era lo mismo. Nos levantábamos a las 5:00 h, nos duchábamos e íbamos a desayunar. Luego más tarde sobre las 7:00 trabajábamos en una especie de mina hasta las cuatro de la tarde, llegábamos de nuevo para ducharnos, cenar y dormirnos en nuestras correspondientes camas. A los 11 años de estar allí me dejaron contratar a un abogado para revisar mi condena. Él me dijo que la que presentó la denuncia fue mi exmujer, pero no me informó sobre nada más acerca de cómo estaban mis niñas y Carlos.
Después de comenzar de nuevo el proceso, consiguió rebajar mi condena a 24 años, ya solo me quedaban 13 para salir en libertad. Tras cumplir esos 13 años, logré salir de allí, no sabía hacia dónde ir y me alojé en un hostal para pasar la noche. Estuve llamando toda la noche a miembros de mi familia y conocidos hasta que me quedé sin saldo, tristemente nadie me cogía el teléfono. Me acerqué hacia la recepcionista y le pedí por favor si me dejaba realizar una llamada y ella muy amablemente me dijo que sí. Estando en la cárcel lloraba mucho porque me había perdido la infancia y adolescencia de mis hijas, y no hay mayor dolor que ese, y un compañero de celda me contó que ya seguramente mis hijas hubiesen terminado sus carreras y estuviesen trabajando.
Solo tenía una llamada a realizar, y decidí llamar al número de Carlos. No daba llamada, pero de repente entró en línea y empezó a sonar. Al ver que no cogía iba ya a colgar el teléfono, cuando de repente empezó a sonar el móvil de la recepcionista. Ella lo cogió y dijo Hola, ¿si?. Cuando a la milésima de segundo escuché esas palabras con el mismo tono de voz por el altavoz del teléfono. Nos quedamos los dos en shock mirándonos, y ella me dijo ¿Papá?, a lo que yo le respondí ¿Nadia?. Inmediatamente nos abrazamos los dos, mientras llorábamos como magdalenas. Me susurró al oído: Nunca me olvidé de ti Papá.
Muchísimas gracias a los alumnos de 1º Bachillerato A y B y a su profesora Concha del Departamento de Filosofía por realizar esta actividad.